viernes, 8 de agosto de 2008

"Cuando Charly se recupere, vuelve Sui Generis"

Nito Mestre aseguró que el músico está más tranquilo pero que la recuperación no se logra en un mes y medio. También adelantó el regreso del mítico dúo




Nito Mestre es uno de los mejores amigos de Charly García y uno de los pocos autorizados para visitar al músico durante sus distintas internaciones. A pocas horas de presentarse en Santiago del estero, el cantante contó cómo lo vio a Charly en estos últimos días y cuáles son sus planes para el futuro. “La última vez que lo vi (hace ya una semana) estaba más tranquilo. Vi al “Charly” dócil. La rehabilitación no se logra en un mes y medio. Es muy lenta. Yo lo voy viendo mejor y espero que se ponga mucho mejor todavía" aseguró Mestre al diario El liberal. El cantante también confesó que espera que Charly se recupere para poder regresar en algún momento con Sui Generis. "Estamos muy cerca de hacerlo ahora. Únicamente nos estamos preocupando de que Charly se ponga bien. No estamos pensando en Sui Generis ni nada por el estilo. Después él decidirá que hacer. Está entre las cosas que podemos hablar, pero lo primero es lo primero”. Nito Mestre se presentará el sábado en el Centro Cultural y Artesanal Gral. San Martín de Las Termas, en Santiago del estero.

jueves, 7 de agosto de 2008

Presente y futuro de Charly García

¿Cómo se encuentra? ¿Qué fue lo que pasó en la Quinta de Palito Ortega? ¿Cómo sigue el tratamiento? Algunas respuestas sobre la realidad que enfrenta el músico.

"Charly estuvo bien 20 días atrás, pero, de pronto, pasó algo que no encajó. Fue como una patada en contra. Yo lo conozco bien y lo único que te puedo decir es que él no tuvo la culpa esta vez", comentó a Lanacion.com Nito Mestre, músico y amigo personal de Charly García, sobre la última recaída que sufrió, que al parecer, estuvo motivada por un "error en la medicación administrada". De ahí, al presente: tras su breve paso por el Sanatorio Guemes se buscó una nueva opción a la clínica Dharma ("Yo fui uno de los que le pidió a la jueza una segunda opinión sobre el tratamiento de rehabilitación que le estaban dando y por eso ella decidió la internación en otro lugar", señala Mestre) y aterrizó entonces en la clínica Avril el pasado 30 de julio. Nito, Fernando Szereszevsky, ex manager de García, y su cuñada Inés Raimondo son las únicas tres personas que tienen autorización para visitarlo. Un procedimiento “intensivo y personalizado, especializado en el tratamiento de pacientes psiquiátricos con patología aguda y adicciones” es el lema detrás de la nueva clínica que alberga a García y que en su momento tuvo a Diego Maradona como paciente célebre. A pesar de que el centro suele hacer internaciones breves, teniendo en cuenta el historial de Charly, es posible que el músico permanezca un tiempo más para que se le hagan los estudios pertinentes y puedan poner en marcha el tratamiento más adecuado.


fuente http://www.10musica.com

lunes, 4 de agosto de 2008

La desaparición de los dinosaurios

Charly se muere de rock y nosotros, los de cuarentaypico, simplemente fuimos inventados por él, entre pocos otros. Pablo Alabarces.


a profecía es un arte complicado, casi impracticable: los grandes profetas pertenecen al mundo de los mitos y las religiones, aunque algunos intenten demostrar, frente a cada catástrofe, que ya estaba anunciada por Rasputín o Nostradamus –para no hablar de los pronosticadores astrológicos locales o, siquiera, de los meteorólogos. Más interesante es el mundo del arte y la literatura porque, como no pretenden hacer ciencia, pueden terminar haciendo magia: de allí esa reiterada convicción con la que la vida insiste en imitar al arte, y de allí la minuciosidad con la que las clases dominantes argentinas se parecieron al señor Lanari, el inolvidable personaje de Cabecita negra, de Germán Rozenmacher, que reclamaba, en 1962, el uso de “la fuerza pública y el ejército” para reprimir a tanto negro insurrecto.

A veces, claro, esa capacidad visionaria del arte falla. La música popular puede creer, por ejemplo, en algún momento de desbordante optimismo, que se desalambrará la tierra cuando se la tenga, sin imaginar la existencia de un pool de siembra sojero o que Emiliano Zapata iba a devenir el Torito Alfredito. O puede imaginar que los dinosaurios van a desaparecer, sin saber que la resistencia y la capacidad mimética de los grandes reptiles argentinos es infinita: el diario La Nación sigue fiel a su brontosaurismo, Mirtha Legrand almuerza inconmovible, la UCR se imagina viva y cletista, mientras Charly García se extingue en una clínica de adictos.

No es por su capacidad profética, empero, que Charly es lo que es para nuestra cultura. En lo de los dinosaurios le erró por mucho, transportado de optimismo –como tantos de todos nosotros– por la primavera democrática. Pero durante veinte años fue el mayor creador e innovador de nuestro rock –que era entonces, como no lo es ahora, la locomotora de toda la música popular, la que marcaba las líneas de la transformación y de la creatividad. El que inventó sucesivamente el folk acústico, la balada pop, el rock sinfónico, la modernidad sonora de los ochenta: mientras miraba las nuevas olas era parte del mar, un clásico a los treinta y dos años. Fueron veinte años increíbles e intensos, los que van de Vida a Tango 4; desde 1991 hasta hoy hay mucho que no me gusta, salvo insistir en las recopilaciones o en las colecciones –como hice ayer, conmovido ante la juventud de las fotos de Vida y el iconismo tan pavote de Confesiones de invierno, pero también ante la potencia de Películas o La grasa de las capitales. Todos ellos, apenas, cuatro clásicos de la música popular argentina del siglo XX.

Como buen ídolo popular, es altamente probable que Charly sea un tipo muy complicado: pedante, intolerante, machista (pero la llevó a María Gabriela Epumer a tocar la guitarra, en un rock tan macho como éste), reaccionario; su menemismo no servía ni para espantar burgueses. Pero los ídolos populares no están para ser modelos ni para liderar nada: están, pavada de función, para nuestro goce. Y luego se consumen en la llama del deseo, porque soportar tanto placer transferido es muy pesado –pregúntenle a Maradona, otro genio tan atravesado como Charly. Y aún más: una de las cosas que la sociología de la cultura ha descubierto es que la música no viene a reflejarnos, sino que viene a constituirnos, a inventarnos. La canción popular no “refleja nuestra realidad”: la inventa y a la vez nos construye gozando y soñando y sufriendo y amando –y vaya aquí mi homenaje para mi amigo Marcelo, que se enamoraba rasguñando las piedras. Nosotros, los de cuarentaypico, simplemente fuimos inventados por Charly García, entre pocos otros.

Y parece que los ídolos del rock se queman en su propia llama si son honestos y consecuentes, y deciden que si no pueden sustraer su música al mercado por lo menos van a sustraer su cuerpo al destino del caretaje: esa llama es el exceso, la desmesura de la transgresión, del sexo, droga y rock & roll. Sin rescates ni yogures light. En esa consecuencia, claro, redimen nuestra cobardía: se sacrifican por todos los que no podemos ni sabemos ni nos animamos a ser como ellos. Y luego, en la caída, son víctimas del morbo del mismo mercado al que dieron opíparamente de comer; de estrellas se transforman en basuras condenadas por los hipócritas y por las cámaras clandestinas que insisten en transmitir el derrumbe.

El aeropuerto de Río de Janeiro se llama “Antônio Carlos Jobim”. El de Buenos Aires se llama brigadier nomeimportacómo. Charly se muere de rock, y la alegría sigue siendo sólo brasilera.


fuete http://criticadigital.com por Pablo Alabarces